1.11.17

La inventora de conflictos que no existen



Llevo meses incómoda pensando en que a mi vecino de enfrente le molesta que yo no tenga cortinas. A mí no me apetecía nada ponerlas porque la vista es preciosa y no quiero perderme nada. La casa anterior en la que vivía era muy oscura, además coincidió con una época triste de mi vida, y yo ahora lo que necesito es mucha luz. Así que he desarrollado una adicción por ella y por las vistas que tienen mis ventanas. Que son preciosas. Casi impensables en una ciudad como ésta, en la que casi no hay horizonte.

El caso es que desde su ventana, mi vecino debe de ser capaz de ver el interior de la mitad de mi casa. Con lo que he terminado poniendo las malditas cortinas. Bueno, pues él sigue viviendo con la persiana bajada.

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