11.1.17

A pelo


Siento un terrible desprecio por aquellos que se aferran a las frases hechas para rellenar espacios de silencio necesarios. El tiempo lo cura todo. No estás solo. Mañana será otro día. Ante todo mucha calma. Pues despierta y calla porque el tiempo no cura nada. Tu gente muere, las heridas duelen, la realidad te pudre y tú envejeces más mal que bien, igual que todos. Con el tiempo solo aprenderás a convivir con tus ausencias y tus miserias, pero no esperes que los días se conviertan en vendas o tiritas. O te ayudas tú, o te hundes. Agárrate fuerte mientras te follan a pelo. Porque sí. Porque estás solo. Sobre ti solo está el cielo. Despierta. Abre los ojos. Y si no tienes nada que decir, cállate.

4.1.17

Arruinar vidas


Cuando era jovencita, siempre que empezaba a trabajar en un sitio como periodista, vivía bajo una tensión permanente e inventada, pensando que en cualquier momento podía llegar alguien y arruinar mi carrera profesional para siempre. Me lo tomaba todo muy a pecho. Hasta que descubrí que no hay nadie como una misma para arruinarse la vida en un instante.  Eso sí, luego una aprende a levantarse, sacudirse la falda como si nada, y seguir adelante.

Tardes de avistamiento


Mis vecinos y yo nos reunimos todas las tardes a eso de las 18,37 desde hace 14 años, y miramos todos juntos hacia el horizonte, por aquello de no perdernos un posible avistamiento de OVNIS. Porque, como dice Eusebio, el conserje del edificio, "si vienen en son de paz, que lo demuestren, que aparezcan a plena luz del día, que aquí estaremos nosotros para recibirlos". El caso es que todavía no hemos visto ningún objeto volador no identificado, pero la iniciativa se está extendiendo por los portales de la zona, con lo que hemos dejado de juntarnos en el recinto de la piscina para hacerlo en el polideportivo del barrio, mucho más espacioso. Después, al atardecer, se haya o no se haya producido avistamiento alguno, el vecino de menor edad que haya estado presente redacta un comunicado que, manifieste lo que manifieste, después todos consensuamos y firmamos, para unir fuerzas en esto de recibir a extraterrestres.

3.1.17

Un cangrejo ermitaño


Me despierto temprano y me voy a dar un paseo por la playa. Está desierta. Camino hasta que ya no me apetece continuar. Así que me siento un rato sobre la arena, áspera y fría como el papel de lija. Hace frío. Qué quieres. Es invierno. El primer día del año, un año que empieza pero que no parece nuevo. El viento salado me empuja, me quiere echar, tiene ganas de jugar. Pero en seguida se aburre de mí y elige a una pareja de ancianos que se acerca lentamente a lo lejos. Al hombre le abre la sombrilla de rayas de un solo golpe, convirtiéndole en un gigante cangrejo ermitaño que avanza con dificultad hasta el lugar que le indica la mujer que le acompaña. Ahí mismo clava el palo, ella coloca dos sillas metálicas orientadas al mar, él saca cosas de una enorme bolsa de lona: un aparato de radio, toallas, una manta de lana, un juego de cartas; ella coloca una nevera portátil delante de las sillas para que les sirva de mesa. Entonces llega otra pareja que rondará los cincuenta años, ellos se abrazan, ellas se besan y se abrazan, ellos parecen dos hermanos gemelos separados por un salto generacional al vacío, misma tripa, misma calva, misma mirada, solo que con 30 años de diferencia. También llevan los muebles suficientes como para amueblar un salón comedor encima de la arena de una playa, y a eso van.