22.1.11

Lección de amistad

Me bajo a comer a un bar porque no tengo ganas de cocinar. Me siento en una mesa pequeña, pegada a la pared, acompañada de una revista. Pico, leo. Pico, leo. Levanto la mirada. Paso página. Leo. Dos chicas, dos adolescentes, se sientan frente a mí, en una mesa arrinconada, como escondida. Una rubia, otra morena. La segunda, aún de pie, se empieza a quitar el abrigo. Mi mirada se queda clavada en sus piernas. Son dos huesos, alargados, cubiertos por unos leotardos que parecen ser la única piel que los envuelve. Su amiga rubia se da cuenta de mis ojos apuntando a las rodillas de su amiga. Me avergüenzo. Bajo la mirada y  hago que leo, pero no puedo. Al quitarse el abrigo, los omóplatos asoman por su chaqueta marrón. Parece que como se siga moviendo, se va a descoyuntar, se va a deshacer entera, se va a desarmar. Es un esqueleto, obscenamente expuesto, obscenamente pequeño. Como. Leo. Leo pero no retengo. Las dos niñas se sientan a comer. La morena esparce la comida por el plato, mientras su amiga ya mastica. Entonces la regaña cariñosamente. Me vigila. No quiere que mire a su amiga. No quiere que su amiga se entere de que la he mirado. De que la he puesto nombre. La protege. No quiere leer en mis ojos el nombre de su amiga. Anorexia agacha la cabeza sobre el plato, y niega con la cabeza. No puede con la comida. Entonces su amiga agarra el tenedor, tira lo que tiene encima, sustituyendo la palada de carne con patatas por un trozo de verdura, y mientras le cuenta algo esforzándose en que parezca más divertido de lo que es, le acerca el tenedor a la boca. Ahora su amiga come. Sigo leyendo. Ellas no han avanzado nada. La rubia agarra entonces el plato de la morena, y mientras la distrae charlando, lo medio vacía. Para que no se agobie. Para que lo que amenaza a su amiga sea más pequeño, más realista, más posible. Entonces la morena, como en un gesto de agradecimiento por los cuidados que está recibiendo, pincha un trozo de carne y se lo lleva a la boca. Y mastica. Lentamente. Con gran esfuerzo. Mientras su amiga habla riendo. Empiezo a recoger mis cosas para largarme. Triste. Contenta. Orgullosa. Rabiosa. Me parece injusto. Me parece muy injusto que dos niñas tan pequeñas ya tengan que afrontar tantos problemas. Me jode que tengan que ser ya mayores.

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